El Fundador había llegado a sus 77 años y continuaba trabajando activamente, atento sobre todo al desarrollo y a la vida del Instituto que dirigía con suavidad y firmeza a la vez.
Así llegó el 26 de agosto de 1886, en que aquel celoso sacerdote, que no había vivido sino para dar gloria a Dios, le entregó, como última ofrenda, su alma.
En vida se había confiado siempre a María. Ella estuvo presente en todos los acontecimientos importantes. En esta hora de la muerte, la Virgen recogió su último suspiro.
Llevada a término fielmente la misión que Dios le había confiado, llegó así a la culminación de su vida.
26 de Agosto 2021