RECORDANDO
Celebremos la pascua
de nuestro querido FUNDADOR como familia MISIONERAS CORAZON DE MARÍA
para agradecer todo lo vivido durante los 132 años que nos separan de su muerte.
Reflexionemos sobre su perfil:
Todos los grandes hombres han sido sencillos y
humildes, nobles y trabajadores, bondadosos y modestos. Así lo fue Masmitjá,
espíritu ardiente, mente clarividente.
Supo llegar a los corazones que con él se
encontraron. Vivió de prisa, siempre lleno de múltiples ocupaciones eclesiales,
tomándose en serio hasta las cosas más nimias. En todas ellas puso su mensaje
de amor y de fidelidad, pues de ambos valores fue un depósito inagotable del
que, no sólo se surtió él mismo, sino que alimentó a cuantos a él acudieron en
busca de luz. El rasgo más significativo de su actividad fue la amabilidad con
la que procedía y que le ganaba infaliblemente la simpatía de todos.
Lo que no dejó consignado en escritos sistemáticos y
teológicos, aunque era culto y fino pensador por su formación enciclopédica, lo
supo plasmar en las acciones de cada día. Todo lo que hacía se orientaban a la
ayuda al prójimo, con espíritu de servicio y con el entusiasmo de su sacerdocio
vivido en plenitud. En esa actitud es donde diseñó espontáneamente su vida espiritual y apostólica.
Miles de cartas salieron de su pluma familiar,
expresiva y afectuosa. Gracias a ellas conocemos lo más hondo de su mente
ordenada y serena. Todas llevan el mensaje cotidiano de la tranquilidad y de la
disponibilidad, rasgos que le definían. Atrapado por la burocracia curial de
una Diócesis, en la que tantas trabas se ponían a las iniciativas particulares,
no pudo escaparse de muchas limitaciones que estorbaron sus empresas
educadoras, pero supo hacer de la misma burocracia una forma de apostolado
eclesial.
Fue ejecutivo
eficaz al servicio de la autoridad, porque así se lo pidió quienes tenían poder
eclesial para ello. Pero su corazón no podía quedar aprisionado entre los papeles de un despacho
administrativo. Se proyectó con afecto hacia los más necesitados y para ellos
dedicó lo mejor de su tiempo y de sus celo sacerdotal.
Ø Su mensaje estuvo expresado en la generosidad de sus
acciones. Aprovechó las veinticuatro horas del día para manifestar a los
necesitados su amor y su delicadeza. Su trabajo infatigable y su fidelidad al
deber fue su permanente ideal de vida. Y quiso que la educación en sus centros
se inspirara en el orden sincronizado con la bondad.
Ø Nada le angustiaba tanto como la mediocridad, pues
su mente noble y sus ideales elevados saltaban esplendorosos en cuantos papeles
formales salían de sus manos. En ellos tuvo que estampar su firma de oficina.
Sin embargo, sabía esconder en la frialdad de los documentos la grandeza de su
corazón noble y su amor a las almas. Por eso aspiró a que se sembrara en las
alumnas de sus escuelas la fidelidad a los propios deberes, la elevación de
miras en los pequeños detalles, la perfección en el cumplimiento del deber de
cada momento
Ø Debajo de todos sus actos siempre latía el corazón
de un sacerdote sereno, dulce, confiado en Dios y entregado a su deber. Cada
instante de su vida se presentó como la respuesta amable al desafío divino y
estuvo orientado conscientemente hacia el bien de los hombres, ante quienes no
escatimó esfuerzo para llevarlos por el camino de Dios.
Ø Comprendió que la educación era una de las fuerzas
que pueden transformar a los hombres en ángeles y en héroes; por eso tuvo pena
al contemplar la situación de tantas almas hundidas en la ignorancia. Pensó que
debía hacer algo por ellas y su corazón de sacerdote dio vueltas a muchos
proyectos, hasta que se decidió por el mejor.
Ø Y ese fue su ideal apostólico, transformado en realidad
al organizar grupos de educadoras que hicieran asequible la cultura y la
formación del corazón de cuantos las necesitaran.
Ø Fue su mejor forma de servir. Se consagró a ella a
través de sus "Misioneras del Corazón de María", con las que aspiró a
llenar el mundo de amor.
Fue una gran aportación a la Iglesia y a los hombres
de su tiempo y de su entorno. Para ellas, y para cuantas niñas frecuentaban sus
centros escolares, que pronto se transformaron en acogedores
hogares, promovió una pedagogía de amor y de acogida, de sencillez y de
servicio, de afecto y de benevolencia, detrás le latía su espíritu humilde y
entregado al amor de Dios.
Recordando…….
Era 21 de junio de
1886, y al subir las escaleras de esta casa, le sobrevino un desvanecimiento y
cayó de espaldas, recibiendo en su caída una herida en la cabeza,
reconociéndose, desde luego, ser muy grave. Acentuándose la gravedad, el 5 de
julio, le fue administrado el Santísimo Viático, por el Dr. Font, Vicario
General del Sr. Obispo y Canónigo de la Catedral, con la solemnidad
acostumbrada por el Cabildo; y el 26 de agosto del referido año, casi sin
agonía, entregó plácida y tranquilamente su alma al Criador, a los 77 años de
edad.