domingo, 26 de agosto de 2018

132 ANIVERSARIO DE LA PASCUA DEL FUNDADOR


RECORDANDO
 
Celebremos la pascua  de nuestro querido FUNDADOR como familia MISIONERAS CORAZON DE MARÍA para agradecer todo lo vivido durante los 132 años que nos separan de su muerte.
Reflexionemos sobre su perfil:
Todos los grandes hombres han sido senci­llos y humildes, nobles y trabajado­res, bonda­dosos y modestos. Así lo fue Masmitjá, espíri­tu ardiente, mente clarividente.
Supo llegar a los corazones que con él se encontraron. Vivió de prisa, siempre lleno de múltiples ocupaciones eclesiales, tomándose en serio hasta las cosas más nimias. En todas ellas puso su mensaje de amor y de fidelidad, pues de ambos valores fue un depósito inagotable del que, no sólo se surtió él mismo, sino que alimentó a cuantos a él acudieron en busca de luz. El rasgo más signifi­cativo de su actividad fue la amabilidad con la que procedía y que le ganaba infalible­mente la simpatía de todos.
Lo que no dejó consignado en escritos sistemáticos y teológicos, aunque era culto y fino pensador por su formación enciclopédica, lo supo plasmar en las acciones de cada día. Todo lo que hacía se orientaban a la ayuda al prójimo, con espíritu de servicio y con el entusiasmo de su sacerdocio vivido en plenitud. En esa actitud es donde diseñó espontáneamente  su vida espiritual y apostólica.
Miles de cartas salieron de su pluma familiar, expresiva y afectuosa. Gracias a ellas conocemos lo más hondo de su mente ordenada y serena. Todas llevan el mensaje cotidiano de la tranquilidad y de la disponibilidad, rasgos que le definían. Atrapado por la burocracia curial de una Diócesis, en la que tantas trabas se ponían a las iniciativas particulares, no pudo escaparse de muchas limitaciones que estorbaron sus empresas educadoras, pero supo hacer de la misma burocracia una forma de apostolado eclesial.
 Fue ejecutivo eficaz al servicio de la autoridad, porque así se lo pidió quienes tenían poder eclesial para ello. Pero su corazón no podía quedar aprisionado entre los papeles de un despacho administrativo. Se proyectó con afecto hacia los más necesitados y para ellos dedicó lo mejor de su tiempo y de sus celo sacerdotal.
Ø Su mensaje estuvo expresado en la generosidad de sus acciones. Aprovechó las veinticuatro horas del día para manifestar a los necesita­dos su amor y su delicadeza. Su trabajo infatigable y su fidelidad al deber fue su permanente ideal de vida. Y quiso que la educación en sus centros se inspirara en el orden sincronizado con la bondad.
Ø Nada le angustiaba tanto como la mediocridad, pues su mente noble y sus ideales elevados saltaban esplendorosos en cuantos papeles formales salían de sus manos. En ellos tuvo que estampar su firma de oficina. Sin embargo, sabía esconder en la frialdad de los documentos la grandeza de su corazón noble y su amor a las almas. Por eso aspiró a que se sembrara en las alumnas de sus escuelas la fidelidad a los propios deberes, la elevación de miras en los pequeños detalles, la perfección en el cumplimiento del deber de cada momento
Ø Debajo de todos sus actos siempre latía el corazón de un sacerdote sereno, dulce, confiado en Dios y entregado a su deber. Cada instante de su vida se presentó como la respuesta amable al desafío divino y estuvo orientado conscientemente hacia el bien de los hombres, ante quienes no escatimó esfuerzo para llevarlos por el camino de Dios.
Ø Comprendió que la educación era una de las fuerzas que pueden transformar a los hombres en ángeles y en héroes; por eso tuvo pena al contemplar la situación de tantas almas hundidas en la ignorancia. Pensó que debía hacer algo por ellas y su corazón de sacerdote dio vueltas a muchos proyectos, hasta que se decidió por el mejor.
Ø Y ese fue su ideal apostólico, transformado en realidad al organizar grupos de educado­ras que hicieran asequible la cultura y la formación del corazón de cuantos las necesita­ran.
Ø Fue su mejor forma de servir. Se consagró a ella a través de sus "Misioneras del Corazón de María", con las que aspiró a llenar el mundo de amor.
Fue una gran aportación a la Iglesia y a los hombres de su tiempo y de su entorno. Para ellas, y para cuantas niñas frecuentaban sus centros escolares, que pronto se transformaron en acogedores hogares, promovió una pedagogía de amor y de acogida, de sencillez y de servicio, de afecto y de benevolencia, detrás le latía su espíritu humilde y entregado al amor de Dios.

Recordando…….

Era 21 de junio de 1886, y al subir las escaleras de esta casa, le sobrevino un desvanecimiento y cayó de espaldas, recibiendo en su caída una herida en la cabeza, reconociéndose, desde luego, ser muy grave. Acentuándose la gravedad, el 5 de julio, le fue administrado el Santísimo Viático, por el Dr. Font, Vicario General del Sr. Obispo y Canónigo de la Catedral, con la solemnidad acostumbrada por el Cabildo; y el 26 de agosto del referido año, casi sin agonía, entregó plácida y tranquilamente su alma al Criador, a los 77 años de edad.

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