sábado, 7 de julio de 2018

Es admirable la capacidad de adaptación que mostró Joaquín Masmitjá en
las más variadas circunstancias en las que tuvo que actuar a lo largo de su
vida y en su obra fundacional que le permitió pasar al plano superior de las
motivaciones de una respuesta adecuada. Nos dejó un testimonio convincente
de la necesaria ductilidad que se tiene que dar en cualquier apóstol
y en su misión. Las primeras hermanas obraron según este espíritu respondiendo
siempre a las necesidades de su tiempo.
A cierta edad tenemos el peligro de estancarnos, de abandonar la actividad
física, y de otras atrofias que no son sólo las físicas y que nos afectan mucho:
apatía, lamentos, amargura, desaliento, mal humor, etc y que paralizan
nuestra energía.
Todos estos planteamientos negativos llaman a nuestra puerta pero nadie
nos obliga a eligirlos, podemos coger otras alternativas. Podemos vivir amarrados
y este es el peligro y la tentación a cosas, costumbres, al siempre se
ha hecho así …, que nos arrastran al abandono de proyectos y perspectivas. Lo que no se usa se pierde se suele decir y esto vale también para la vitalidad: crecer, buscar, explorar, desarrollarnos, hacernos preguntas.”Cuando dejas de crecer, envejeces”.
Los caminos para emprender esta aventura: Uno hacia dentro, hacia la interioridad, lugar de serenidad donde se entienden los secretos de la vida y de la muerte, entrar en lo escondido y cerrar la puerta que dice Jesús (Mt 6,5-6.). Otro hacia arriba para ir alcanzando nuestra estatura personal, un desarrollo de la personalidad, un crecimiento de la consciencia, la individualización y la cultura que puede y debería continuar en la mediana y tercera edad.
La totalidad de las posibilidades creadoras y espirituales está latente en el ser humano incompleto que espera en silencio la oportunidad de florecer. La vida humana es siempre un proceso siempre en marcha que avanza hasta su plenitud. La vejez es para el desarrollo interior y exterior no para el declive.
Según Joan Erikson la trascendencia se hace mucho más viva si se convierte en trascendanza, que habla tanto al alma como al cuerpo para elevarse a los desafíos que se nos presentan en la vida: como son recuperar las viejas habilidades, la actividad, la felicidad, la canción. Nos ofrece una apertura a lo desconocido con un salto de confianza, un salto a la gran danza de la vida que puede transportar a la actividad cada parte de nuestro cuerpo, alma y espíritu.
Nos podemos preguntar ¿Hacia dónde se encamina mi vida? ¿Qué está mi vida deseando llegar a ser? ¿Qué pide la vida de mí?
Sorprendámonos porque al hacernos mayores “nuevas riquezas” se nos presentan e iluminan. El futuro es lo nuevo hacia donde nos empuja Dios creador empeñado en completar la obra que ya tiene comenzada en nosotras y que aún no ha terminado.
El inmovilismo no es fidelidad al Fundador ni al carisma ni a nosotras mismas, choca con su espíritu amplio, dinámico y universal y con nuestra vocación de crecimiento y plenitud como cristianas y como religiosas. Hoy está en vigencia aquel pensamiento suyo:
Ánimoy franqueza, Dios en el corazón y buen humor